TPC


TEATRO PROLETARIO DE CÁMARA (c. 1984)

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Imágenes cortesía del Archivo IIAC

Cuando se deserta de la literatura que estuvo por años “a punto de triunfar”, como escribe profético Lamborghini en su primer poema registrado de 1968, comienza hacia 1980 la deriva inespecífica del Teatro Proletario de Cámara (en adelante, TPC). Relatos, poemas y epigramas, entre otros, en manuscritos y mecanografiados, intervenidos por fotografías de soft-porn compradas en mercados de saldo, con poses anticuadas ya para la época, pinturas realizadas por el autor de distintos estilos, “fotocopias artesanales”, manuscritos iluminados que remedan los del Medioevo y los disparan hacia la vanguardia más de punta, apuntes de lectura, todo se agolpa —el ademán es brusco— para dar lugar a este raro dispositivo: libro-objeto, ready-made, literatura imposible que constituye la anteúltima y certera obra del autor. Incluye relatos, poemas, pinturas, fotografías intervenidas, collages y una técnica novedosa de Lamborghini de una suerte de “fotocopias a mano”, en la que se reitera la fotografía a partir de la intensidad del trazo de la intervención en el reverso. En ocasiones, el autor-artista usa la página siguiente para seguir el trazado a partir de las huellas de la fuerza física realizada con el útil de escritura/pintura.
Si “las palabras son el último intento / antes de la perdición definitiva” (Poemas), en el TPC la perdición ya es un hecho: en los últimos años de su vida, doblemente exiliado —de Argentina y del tono rioplatense; pero también recluido en su habitación de Barcelona como inmigrante sin papeles—, cuando a lo escrito lo acorrala la intromisión de lo visual, parece que el autor literario se trastoca: en tanto escritor, zaz, artista plástico! Pero tampoco.

Imágenes cortesía del Archivo IIAC

El TPC es una lección. Enseña cómo empezar un final. Y empieza cuando la vocación de no escribir más hace que lo escrito ceda sus terruños al peor postor: la imagen pornográfica, la política del manuscrito, el darle a la mano para el mero raye del registro del cuerpo como afección. El TPC es aquel momento bisagra, punto cruz del abandono de la escritura sostenida. En adelante, ya no habrá “grandes obras” sino tajos, rayas, como aquellas presagiadas en su primer poema de 1969, como dan cuenta las esquirlas de 1984 y 1985 recopiladas en Osvaldo Lamborghini Inédito (2019).
Sus coordenadas lo sitúan un paso después de los “grandes relatos” (eclosión 1983) y un paso antes de la compulsión por la materialidad del objeto (noviembre de 1984 – noviembre de 1985). Liminar, el dispositivo-TPC es un diario íntimo rarificado donde se oye el canto carrasposo del cisne de la literatura y un anticipo del vuelco —último— al mero juego físico de la mano dada a componer cuadernos, que volvió literal la prédica anunciada en Sebregondi se excede (1981): “Me decidí pues a publicar lo que nunca escribiré”.
En 1984, Lamborghini se dedica monásticamente al Teatro Proletario de Cámara —aunque, para ser justos, como señala precisa Milita Molina, Lamborghini siempre fue un santo de alta observancia. Lo continuará hasta el final de su vida, en noviembre de 1985. En resumen, el TPC es el dispositivo textual-visual-objetual en el que Osvaldo Lamborghini rompe vínculos con lo que llama la Gran Literatura, un artefacto que, a más de 40 años de su realización, sigue resultando inquietante.

Imagen cortesía del Archivo IIAC


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