1 | Fotógrafo no identificado 2 | Fotografía por Pepe Lamarca 3 | Fotógrafo no identificado
Osvaldo Lamborghini (en adelante, OL) nació en Buenos Aires en 1940. Lo antecedían dos hermanos: María Teresa, seis años mayor, y Leónidas, que le llevaba 13 años. La figura de Leónidas, poeta, será fundamental en la vida de OL. El autor vivió parte de su juventud en Necochea, pueblo costero que volverá al final de su obra (1981-1985) como locus o motivo. Su familia lo llamaba cariñosamente “Negrito”, apodo que lo acompañó durante su vida adulta entre sus amigos escritores y artistas, que lo llamaban “El Negro”. Lector, como su hermano, del Martín Fierro (1872) de José Hernández, la “Carta Magna”, como la llamaría el menor, Osvaldo retoma desencajadamente la práctica de la payada, con alusiones al Sabio Blanco y el Sabio Negro. También incorporó un tercer personaje de su propia cosecha: el Sabio Loco, que en otras ocasiones aparece en la variante del Sabio Loco del Cómic, y es el que más figura en distintas partes de su producción textual.
Durante los años 60 mantiene una relación sentimental con Pierangela Taborelli, en la misma década OL y Pierangela contraen matrimonio y tiene una hija, Elvira. En ese contexto, Lamborghini militaba en el peronismo sindical. En 1967, Pierangela y Osvaldo se separan y OL comienza a vivir en hoteles del centro de Buenos Aires. Así comenzaría su deriva por aquellos cuartos impersonales en los que gestará su escritura tal como la conocemos por su primera publicación. En uno de esos hoteles escribe en 1968 su primer libro, El fiord (1969), que narra las tensiones y traiciones entre las facciones que componían el movimiento peronista. El “fastidio de la vida de hotel” (cita que OL reversionaba de José Hernández) es la condición de posibilidad de la escritura. Durante la década del 70, deriva por habitaciones en pensiones, casas de eventuales compañeras sentimentales, familiares y amigos. Sin domicilio fijo, parte de su obra se perdió en estos constantes trajines. En 1973, co-funda la revista Literal. En otros hoteles escribirá Sebregondi retrocede (1973) y el libro Poemas (1980). A lo largo de toda la década de 1970 publica guiones de historietas en distintas revistas, da algunas entrevistas y colabora con textos breves en periódicos. Hasta allí llega su obra publicada en vida.
Fotógrafo no identificado
En 1981, entre otros motivos por la situación de la dictadura cívico-militar que gobernaba el país desde 1976, se exilió en Barcelona, España. Allí conoció a Hanna Muck, editora alemana que se convertiría en la pareja sentimental que lo acompañaría durante el resto de su vida. Hanna le proveyó un hogar, manutención, y útiles de trabajo. “ Entre 1983 y 1985, OL compone más del 90% de su obra. 1983 puede ser considerado el canto de cisne de su escritura: es el año en que compone obras emblemáticas como El pibe Barulo y La causa justa, además de textos como “Existir, ser, estar vivo…”. Incluso produce una novela de largo aliento, Tadeys (1983), además de una variedad de poemas y textos breves. Entre 1984 y 1985, sobre todo, se produce un viraje en el que su escritura se vuelve inespecífica. La inespecificidad que comienza a gobernarlo todo en la estancia catalana tiene su concreción más emblemática en el Teatro Proletario de Cámara (c. 1984), un dispositivo escrito-visual-textual que reúne manuscritos “clásicos”, mecanografiados, páginas que superponen imagen y texto, collages, pinturas, “manuscritos iluminados” que lindan entre la práctica medieval y la vanguardia de punta, entre otros. Cerca de 1984, realiza una enorme producción centrada en intervenir objetos del mundo cotidiano a los que usaba como soporte, encontrando un giro inesperado para el ready made. Es el momento en que se exasperan las intervenciones de libros ajenos, de revistas, mayormente de soft-porn y pasado de moda, e incluso de cajas de fósforos. Asimismo, en lo que sea acaso su planteo más radical, comenzará a trabajar en cuadernos hechos a mano, intervenidos de las más distintas maneras: con la inclusión de texto manuscrito clásico, escritos con una grafía de alto calibre visual, que incluyen dibujos, pinturas, collages, recortes de periódicos, agregado o pegado y plegado de hojas de distinto gramaje y textura, entre otros procedimientos, lo que convierte a estas piezas en un suceso inédito por su heterogeneidad y complejidad y la vuelta de tuerca que dan al artefacto “libro”. A su vez, la relación entre imagen y texto en ciertas obras, como el Teatro Proletario de Cámara (c. 1984) y El manuscrito también puede faltar (c. 1984), se excede en los vínculos entre texto y visualidad, radicalizando propuestas como la de su inesperado antecesor, el artista argentino Alberto Greco.
Fotografía por Pepe Lamarca
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